Porque Cáritas no es una
institución de la Iglesia; es la misma Iglesia, comenzando por su estructura
más fundamental que es la parroquia. A los miles de personas que encuentran su
esperanza en la vida de la Iglesia no hace falta contárselo. La Iglesia seguirá
ahí, al pie del cañón, independientemente de la ley que en cada momento regule
las exenciones fiscales de las entidades sin ánimo de lucro, que conviene
recordarlo una vez más, son muchas, y por lo tanto no se trata de ningún
privilegio de la Iglesia católica.
Dicho esto, bastan el sentido
común y la buena voluntad para entender algo tan simple como el hecho de que
con menos recursos, se pueden hacer menos cosas. No es una mera hipótesis de
trabajo. Es la realidad cotidiana con la que ya se están encontrando muchas
Cáritas diocesanas, que se resienten, como todos, ante la grave situación que
sufrimos. Real como la vida misma, tan real como el hecho de que el ejercicio
organizado de la caridad cristiana, que venía desempeñándose mucho antes de la
crisis actual, seguirá, por mermado de recursos que pueda encontrarse, al
servicio de los que más lo necesiten, también cuando esta crisis pase.
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