La familia, fundada sobre el
matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada al igual que la
Iglesia a ser imagen del Dios. Y es el amor lo que hace de la persona humana la
auténtica imagen de Dios. Como ha recordado Benedicto XVI en la Eucaristía
central del Encuentro de Milán, cuando los esposos viven el matrimonio no están
dando cualquier cosa o actividad, sino la vida entera, experimentando la
alegría del recibir y del dar, en una entrega que es fecunda para la sociedad
porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela de virtudes
sociales, como por ejemplo el respeto de las personas, la gratuidad, la
confianza, la responsabilidad, la solidaridad o la cooperación.
Vemos en ocasiones cómo en las
modernas teorías económicas, prevalece una concepción utilitarista del trabajo,
la producción y el mercado. El proyecto de Dios y la experiencia misma
muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del
máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la
familia y a edificar una sociedad más justa. Por todo ello, es muy importante
que los padres cuiden y eduquen a sus hijos en la lógica contraria: la de la
generosidad y el amor sin reservas que la familia cristiana está llamada a
vivir. Y en ese contexto, es decisivo también que los mismos padres den
testimonio, que se entreguen, se valoren recíprocamente y hagan realidad la
comunidad de vida y amor que es la familia.
Jesús D Mez Madrid
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