Pese a lo extraño que parezca,
por inhabitual, no deja de ofrecer una agradable nota de color, la naturalidad
con la que han actuado algunos cardenales, en días de tanta tensión eclesial,
por ejemplo que el cardenal Philliphe Barbarin, arzobispo de Lyon, se acercó al
Vaticano pedaleando tranquilamente en su bicicleta y las sonrisas, con sabor a
fútbol, que despertaron algunos cardenales cuando cayeron en la cuenta de que,
encerrados ya en el cónclave, se perderían la cita del Barça con el Milán en la
Liga de Campeones. Sin caer en lo vulgar, conviene que la jerarquía muestre de
vez en cuando estos detalles de cercanía al resto de sus fieles. No en las
cosas importantes, como redefinir la liturgia o 'adaptar' la doctrina. Pero en
lo accesorio, este punto de sencillez habrá arrancado más de una sonrisa y un
sentimiento de calidez en muchos católicos de a pie. Para los que piensan que
le resta dignidad al cargo, no hay que ser más papistas que el Papa.
Lluis
Esquena Romaguera
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