lunes, 4 de abril de 2011

PENSAR…, ESA DIFICULTAD

Sr. Director:

Le escribo este artículo por si es de su interés la publicación en su periódico.
Muy agradecida,
Pepita

PENSAR…, ESA DIFICULTAD

No sé si lo que resulta difícil en el hecho de pensar es el esfuerzo que supone detenerse a reflexionar o si es que, pensando, se puede llegar a la consecuencia de tener que rectificar una actitud errónea o a tomar una resolución que no apetece o también, a plantearse una profundización que desembocaría en una exigente elección, pasos que muchas veces no se desea dar.
Hay en la vida del hombre situaciones serias y trascendentes que por falta de reflexión se diluyen en una apatía incomprensible, dejando en el olvido posibles soluciones que podrían mejorar la propia vida.
Si se pudiera eludir la responsabilidad de nuestros actos podría aceptarse tal actitud como una opción válida, entre otras, pero no es así: nuestra vida es única e irrepetible y a poco que nos la tomemos en serio surgirá el estímulo de hacerla fructificar.
A fuerza de “bombardear” nuestra inteligencia con imágenes y palabras ausentes de toda ética, llegamos fácilmente a caer en las redes del engaño cuando no nos sentamos a ponderar y, por tanto, a buscar el antídoto que nos libre de caer en las redes bien sutiles de la explotación del hombre.
Se pretende hacernos creer que las posiciones válidas en un mundo moderno es rechazar todo lo que se oponga al gusto personal de cada cual, aceptando como legítimo derecho un concepto de libertad frívolo y olvidando que somos seres creados a imagen y semejanza de Dios y, que, por tanto, la auténtica libertad no puede separarse del bien.
A fuerza de no pensar pretendemos eludir nuestra responsabilidad de seres libres llamados a trascender lo humano; nos impresiona lo sobrenatural, pero esto no nos debe llevar a adoptar la actitud del avestruz. El riquísimo mundo interior que puede desarrollar el hombre se ve inundado de harapos cuando solo se centra en placer, violencia, comodidad o indiferencia.
En algunas ciudades se evidencia que el suicidio es la primera causa de muerte violenta. No olvidemos tampoco la lacra de la droga, la sexualidad incontrolada, el crimen del aborto… ¡Si pensáramos!...
Enseñar a pensar desde la infancia -entre otras cosas- ayudaría enormemente a la formación de las personas.
Conozco unos padres de familia que así lo hacen. Tienen seis hijos pequeños y naturalmente siempre surgen situaciones para enseñarles a pensar en las consecuencias de sus actos, todavía infantiles. Aprovechando las “trastadas” el padre habla con el o la “culpable”, le hace comprender el alcance de su travesura y posteriormente le aconseja que se vaya unos momentos a su habitación y “piense”.
Me contaba un familiar que se encontró en el pasillo de su casa con una pequeña de 6 años y al preguntarle dónde iba tan deprisa, le respondió: “Me voy a mi cuarto a pensar”. Al rato, reconocida su “culpa” volvía al padre y le pedía perdón.

Pepita Taboada Jaén DEJA TU COMENTARIO
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